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lunes, 2 de mayo de 2011

Crónica del anillo ciclista

Sólo dos miembros del Team Braojos nos atrevimos a desafiar las previsiones meteorológicas más optimistas, esas que nos atemorizan con unas pocas gotas de lluvia y nos colocan sobre el sofá mejor que bajar a la jungla madrileña.

No se debe menospreciar el poder del Anillo. Otro mundo existe aparte de los senderos, las veredas y los arroyos. La ruta ofrece la posibilidad de descubrir diversas caras de la gran capital, ver cómo los barrios de la última década de especulación han crecido con grandes construcciones, mayoritariamente vacías, o cómo los barrios periféricos de siempre lo siguen siendo a pesar de haber sido engullidos por la Jungla. San Blas, Villaverde, Vallecas, Aluche… Restos marginales conviven con esplendores del lustro anterior. El Anillo los atraviesa, los cose con una madeja invisible que tejemos nosotros mismos al recorrer la pista, pendientes de peatones confiados, ciclistas temerarios y cortes de carril improvisados por las obras inacabables, testigos del ritmo de la ciudad.

Subimos al cerrillo que corona el parque sur del Manzanares, junto a la Caja Mágica, para admirar una panorámica magnífica de Madrid. Donde hace diez o doce años había chabolas y mercados de la droga junto a vertederos ilegales que taponaban la parte baja del río, ahora estamos nosotros como turistas aterrizando en un mundo nuevo. Y ni rastro de lluvia.



El camino continúa por los barrios del sur para girar hacia el norte en la zona de Aluche, buscando la Casa de Campo, llena de personas que aprovechan la tregua del tiempo para ocupar el pulmón de Madrid. Aquí la posesión del carril es conflictiva: los peatones lo ocupan sin pudor y hay que ser muy precavido para no arrollar a ningún niño despistado o a su padre, todavía más imprudente.

Como polo de atracción del ocio de la ciudad, la Casa de Campo puede llegar a ser como un pueblo, uno se puede encontrar con cualquier persona que conozca en este mundo. Así tuvimos la fortuna de encontrarnos con mi padre, que va todos los domingos a jugar al fútbol. Día completo. Y rumbo de nuevo, que a las dos tenemos que haber terminado la ruta, cuestiones domésticas. Paramos un momento para que Luis vea la Cuesta de la Muerte. “No es para tanto”, dice. Bueno, pues que lo intente él, pero otro día, por si acaso.

Hacia el final pesan un poco los kilómetros, pero continuamos tras estirar y comer algo. La parte final del Anillo enlaza los barrios ricos del noroeste: Arroyofresno, Peñagrande, Mirasierra, Montecarmelo. En este último nace (o termina) el carril bici que va hasta Soto del Real, pasando por Tres Cantos y Colmenar Viejo. También descubrimos que Braojos tiene una calle, no podemos resistir la tentación de hacernos una foto.



Son las 13.45 y llegamos al punto de partida, junto a la Iglesia de los Dominicos, en la A-1. “La cruz, punto final del camino (…)” dijo Lorca.
Toca recoger. Hasta la próxima…




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